Todo inicia con un Sentimiento…

No tiene sentido correr cuando no sabes a dónde quieres llegar, así que mejor… Caminé, buscándome, buscándola. Lo hice por mucho tiempo, por muchos lugares, por muchos cuerpos, por muchos labios.

Guiado por mis pasiones me perdí en un sin número de caminos, destrocé mi corazón mil veces, en mil pedazos, armándolo nuevamente en cada ocasión, sin instructivo alguno.

Era una de esas noches en que tus pasos te llevan a ningún lugar, una de esas noches en que la luna sonreía y la suerte se desvelaba, cuando la encontré, en la tarraza de un pequeño hotel en el que se hospedaban sentimientos vagabundos cansados de volar.

Nunca la había visto, pero mi alma la reconoció de inmediato por las perversiones que compartían. Parecía triste, nostálgica, quizá también esperaba. Tenía la vista perdida en sus pensamientos y una copa de vino en sus manos. El ambiente se impregnó de un aroma a recuerdo. Al principio no quise acercarme, por miedo a que fuera una ilusión y se reventara al roce, cual burbuja de jabón.

Pero intervino un silencio cómplice; una mirada que pregunta, una sonrisa que responde… Y un par de cuerpos se aproximaron.

Hay quienes buscan su alma, y quienes buscamos nuestra herida gemela. No para sanarnos, sino para amarnos con la seguridad de que ya nada nos puede lastimar.

El primer beso, el primer roce, el primer deseo, todo inicia con un sentimiento transgresor, prepotente, consciente del riesgo, sabedor del dolor, conocedor de la miel, de la hiel, pero ignorando todo, porque sabe que romper es otra forma de comenzar.

Sus labios dejan los míos, se acercan a mi oído y me susurra, me pide, en tono casi de súplica, que recoja los trozos, que los una con cuidado, que le levante el ánimo, entonces, en ese momento, le levanto la falda…